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Un rosario de playas en medio de la selva

Santa Marta esconde uno de los paraísos más impresionantes de Colombia, el Parque Tayrona cuenta con diversidad de fauna y flora, además de sus maravillosas playas.

Destino colombiano poco conocido, el Parque Tayrona esconde una riqueza de paisajes única: montañas que tocan el cielo, una selva espesa y virgen, playas solitarias y hasta vestigios indígenas. Para aventureros, amantes de la naturaleza o quienes buscan un rincón para el relax, una perlita para descubrir al norte del país.

Salimos de la jungla de cemento de Santa Marta, escapando del tránsito, el gentío y el ritmo de la gran ciudad, para internarnos en el Parque Nacional Tayrona, donde la jungla es real, el tráfico no es de autos sino de exploradores, y la cadencia es la que impone la naturaleza. Son nada más que 34 km. de viaje entre uno y otro, siguiendo el trazado de la ruta Troncal del Caribe en dirección a Riohacha. Entonces ingresamos a una nueva dimensión, a la Colombia no tan conocida, a un escenario pródigo en paisajes, a una aventura con un final sorprendente.

Estamos en el norte del país, en el departamento del Magdalena, en un área donde la geografía adquiere formas disímiles, surgiendo tierra adentro como la Sierra Nevada de Santa Marta, con picos que rozan los 5.800 m., que en su descenso se tapiza con el verde de la selva y muere en el mar Caribe para formar bahías y ensenadas de belleza singular, como Chengue, Gayraca, Cinto, Neguanje, Concha y Guachaquita.

De este entramado de paisajes resultan climas y ecosistemas diferentes en un mismo parque, cuya extensión es de 12 mil ha. terrestres y 3 mil ha. marinas. Mamíferos entre los que sobresalen el mono aullador, el tigrillo, el mono maicero, el venado y más de 70 especies de murciélagos son los habitantes del lugar, al igual que unas 300 variedades de aves, como el águila blanca y el águila solitaria. En sus océanos, en tanto, viven 110 especies de corales, 471 de crustáceos y 700 de moluscos, entre otros.

El alojamiento es rústico y en sintonía con la naturaleza.
El alojamiento es rústico y en sintonía con la naturaleza.
El alojamiento es rústico y en sintonía con la naturaleza.

El inicio de la aventura

Esta presentación fue la que leímos en nuestro viaje desde Santa Marta hasta El Zaíno, puerta de ingreso a Cañaveral, bien al este, donde se encuentran los servicios turísticos del parque. Es cierto que en el trayecto existen otras entradas, como Neguanje y Calabazo, aunque con menos infraestructura.

Una alternativa es hacer base en Cañaveral, pero nosotros preferimos seguir abriendo camino y cruzar nuevos horizontes. Este sitio, vale mencionar, es ideal para los que se inclinan por una estadía confortable, aunque rústica, ya que allí se encuentran las cabañas –las Ecohabs–, con capacidad para dos a cuatro personas, muchas de ellas ubicadas en un entorno selvático y con vista a la costa. Son similares en su estilo a las antiguas viviendas de la cultura tayrona, con su forma circular, estructura de madera y techos de paja. Hay que tener en cuenta que es difícil conseguir lugar por la escasez de plazas –50, extensible a otras 22 contando los adicionales que se pueden sumar a las habitaciones–, por lo que se aconseja reservar con anticipación.

La zona también dispone de áreas para acampar, con 40 parcelas. Sin embargo, si se elige esta alternativa, lo mejor es adentrarse un poco más hacia el oeste, donde hay mejores playas y senderos de gran belleza. Es que la costa en Cañaveral es brava, con lo cual la ideal para bañarse y asolearse es La Piscinita, una pequeña ensenada que funciona como una barrera protectora para que el mar se apacigüe.

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El Parque Nacional Natural Tayrona, con algunas de las playas más bellas de Colombia, cuenta también con sitios ideales para el buceo.

El Parque Nacional Natural Tayrona, con algunas de las playas más bellas de Colombia, cuenta también con sitios ideales para el buceo.

Nuevo capítulo en la caminata

De Cañaveral a Arrecifes nos separan 45 minutos de caminata o a paso de caballo, con la posibilidad de que el equipaje lo cargue otro, léase, un burro. El sendero es sencillo y abierto, pero nos rodea una selva tupida, los bosques secos, húmedos y nublados, los matorrales espinosos, que se cierran en las alturas y casi no nos dejan ver el cielo. No se avizora fauna, pero se escuchan muy claramente los sonidos de la naturaleza.

Hace calor así que lo conveniente es llevar ropa liviana, poco equipaje, agua y repelente de mosquitos. Aún no se divisa la playa, pero ya en Arrecifes el panorama cambia. Existen dos paradas intermedias que no son aptas para el baño, como Los Naranjos y Castillete, pero que pueden destinarse para realizar trekkings.

Con área de acampe y cabañas, Arrecifes es especial para hacer base, aunque está prohibido bañarse en sus costas. La zona habilitada para nadar es La Piscinita. Nosotros, sin embargo, elegimos seguir, por un paisaje diferente, dejando atrás la selva para bordear la costa.

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Destinos: parque Tayrona, Colombia.

Destinos: parque Tayrona, Colombia.

El rincon soñado

Mucha gente que busca algo menos de civilización hace unos kilómetros más, siempre a pie, y llega hasta Cabo San Juan. Desde Arrecifes salimos del sendero abovedado por los árboles y ahora sí, caminamos bajo el sol implacable del Caribe, bordeando la costa. Por momentos el camino se dificulta ya que hay que sortear piedras, escalar algunos metros y descender otros en una geografía siempre intrépida. Son 45 minutos más a pie donde se descubren nuevos ecosistemas como manglares y enormes extensiones de arena que se topan con el verde intenso.

Llegamos al cabo, nuestro destino final. Un corolario que no puede ser mejor, ya que como regalo de la naturaleza hay varias playas en forma de bahía con suave oleaje y aguas cálidas. En solitario, acompañados únicamente por el sonido y el paisaje marino colmando nuestros ojos, nos relajamos por unos minutos, que luego serán horas y hasta días en este lugar que recién empezamos a descubrir.

El sol cae y nosotros nos vamos al cámping que está a solo unos metros de la playa. Otros tienen más suerte, porque consiguieron una hamaca paraguaya para dormir en una especie de mirador circular sin paredes que se alza sobre unas rocas frente al mar, en la punta del cabo. Con carpa o sin ella, uno se siente en el medio de la nada y tan cerca de la naturaleza.

Es importante mencionar que allí no hay hoteles ni cabañas y que los servicios son básicos (baños y restaurante). Además se completan en temporada alta, fundamentalmente en enero y febrero, y los fines de semana. Así que conviene ir en los meses de baja.

Al día siguiente, el sol nos despabila con sus primeros rayos, así que aprovechamos para disfrutar de esta delicia de mar. Porque el mundo que se abre por debajo es tan rico como el que se descubre por fuera: corales, praderas de algas, tortugas y delfines forman parte del paisaje.

Cabo San Juan, una de las mejores playas del parque.
Cabo San Juan, una de las mejores playas del parque.
Cabo San Juan, una de las mejores playas del parque.

Faceta desconocida

Con el correr de los días nos daremos cuenta de que este es un final a medias de una travesía que puede ir más allá. Hacia el centro del parque se abre un sendero y con él una faceta inesperada: la cultural. Chairama o las ruinas arqueológicas de Pueblito pertenecieron a la civilización tayrona, que ocupó la zona desde épocas precolombinas hasta la colonización.

Los tayrona se caracterizaron por sus obras de canalización del agua de montaña para llevar de una manera organizada esta fuente de vida a sus viviendas. Además, diseñaron sus ciudades y terrazas de cultivo pensando siempre en proteger la naturaleza.

Los visitantes del parque tienen acceso a estas ruinas tras una hora de caminata por un sendero de piedra precolombino, algo empinado y con mucha vegetación, alejado de la costa.

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Lo que busca el viajero de hoy, según Ladevi

Lo que busca el viajero de hoy, según Ladevi

Plan b

El oeste del parque es otro mundo, con escasos servicios turísticos. En este caso lo más conveniente es hacer base en Santa Marta o en Taganga, este último un pueblo de pescadores sencillo, pero con lindo paisaje, cuya bahía está rodeada por cerros tapizados de verde. Hay hoteles que precisamente están colgados de la montaña, pero que brindan una vista increíble del mar con sus cientos de botecitos.

Desde allí se pueden tomar excursiones al Parque Nacional Tayrona –la parte oeste–, para conocer buenas playas y sitios de buceo. A la mayoría se llega en barco pequeño. Está, por ejemplo, Neguanje, a la que también se accede en bus, pero hay que tener en cuenta que los fines de semana acude mucha gente. Es muy elegida por los amantes del buceo. Al igual que Bahía Concha, otro enclave para conocer. Por último, Playa Cristal, con aguas muy tranquilas y una llanura de sal sin explotar, constituye una alternativa óptima parta los que buscan un poco más de tranquilidad.

En el kilómetro 56 vía Riohacha, aparece un nuevo escenario: se trata de Quebrada Valencia, un pequeño río que desciende hasta encontrarse con el mar. En su derrotero se topa con una pared de piedra donde se forman caídas de agua monumentales. Otro paisaje para conocer en este parque tan rico de vida natural.

La selva se une con el mar.
La selva se une con el mar.
La selva se une con el mar.

Tips para el viajero

Cómo llegar: se puede ingresar por dos sectores. Uno es El Zaíno, por donde se accede a Cañaveral, a 34 km. de Santa Marta, por la Troncal del Caribe que se dirige a Riohacha. La otra alternativa es Zalangana, hacia Neguanje, a 10 km. de Santa Marta. También está la alternativa de hacer un paseo en bote desde la misma Santa Marta o Taganga a la parte oeste del parque.

Clima: la temperatura oscila entre los 25ºC y los 32ºC, y tiene dos períodos lluviosos: de mayo a junio y de septiembre a noviembre.

Alojamiento: los ya mencionados Ecohabs en Cañaveral, cabañas en Arrecifes y áreas de acampe en las zonas más alejadas. Merecumbe Hotel Boutique es una nueva alternativa, a 3 km. de Quebrada Valencia, bien al oeste del parque, tipo Ecohab y con servicios de primer nivel. Otra opción a destacar es La Jorará, a unos 60 km. de Santa Marta, hacia el oeste. Se trata de una finca con 10 habitaciones. Para quienes se inclinen por algo más rústico, Costeño Beach está a 5 km. del parque y ofrece habitaciones y cámping. Transporte: la mayor parte del parque cuenta con senderos para ir caminando, a caballo o en burro para el transporte del equipaje. Así que no es muy recomendable para gente mayor con dificultades para movilizarse o para familias con chicos muy pequeños.

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