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Marrakech, la hipnótica Capital de la Cultura Africana

Misteriosa y seductora, la ciudad más visitada de Marruecos es una encrucijada que amalgama el encanto de Medio Oriente con la fuerza auténtica del sur del continente. Exótica, refinada y vibrante, tiene todo lo necesario para ser la primera Capital de la Cultura Africana.

Por primera vez durante este 2020 África tiene su Capital de la Cultura. La elegida para mostrar sus encantos y su hipnótica cultura, a los que sumará durante este año festivales, ferias y exposiciones, es Marrakech. Ciudad atrapante y de enorme belleza, la cultura la atraviesa por donde se la mire. Dos veces en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco –con su medina y la emblemática plaza Jemaa el-Fna–, sin lugar a dudas Marrakech tiene mucho con qué encantar a sus visitantes, a los que invita a asomarse a un ambiente que combina toda la magia de Medio Oriente con el colorido de la cultura africana.

¿QUÉ VER EN MARRAKECH?

La plaza de Jemaa el-Fna es el corazón de Marrakech, lugar de reunión, espectáculos e intercambios. Rodeada de bares, transitada de día, al atardecer comienza a encenderse allí un aura especial: encantadores de serpientes, acróbatas que dan saltos sorprendentes y se unen en extraordinarias pirámides humanas, músicos tradicionales, teatro al aire libre y hasta astrólogos o conocedores de la medicina tradicional se congregan para ofrecer un panorama inagotable de la cultura viva de la ciudad. La plaza también alberga interminables puestos de venta de alimentos y otros tantos de comida callejera que invitan a aventurarse a lo más auténtico de los sabores locales.

Alrededor de la plaza, el viajero debe caminar y perderse por la medina (la ciudad vieja y amurallada, de característico color ocre), una de las más grandes de Marruecos, con 600 ha. de incontables callejuelas con tiendas, plazas, mezquitas, talleres y diversas sorpresas que hacen a la particularidad de cada viaje. En sus extensos zocos, bulliciosos y coloridos, los locales se distribuyen de acuerdo con los oficios, por lo cual hay cuadras dedicadas a las alfombras, herboristerías, las joyas, lámparas, cerámicas, bordados e instrumentos musicales, entre muchos otros. Al oeste de la ciudad puede visitarse el sector de las curtiembres, donde es posible fotografiar coloridas piletas de teñido.

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La Koutoubia, con su minarete de 70 m., puede apreciarse desde toda la medina.
La Koutoubia, con su minarete de 70 m., puede apreciarse desde toda la medina.

Dentro del recinto amurallado hay algunos edificios que el viajero no debe dejar de visitar. Entre ellos se encuentra la mezquita Koutoubia, con su imponente minarete de 70 m. de estilo morisco que domina la ciudad; y sus jardines, ideales para una pausa relajante. Otro imperdible es la Madraza de Ben Youssef, escuela de educación superior que data del S. XVI y es una de las más grandes del norte de África: de finísima arquitectura andalusí, deslumbra la enorme fuente de su entrada, en la que se reflejan las adornadas paredes; y las 130 habitaciones que podían albergar a unos 900 estudiantes. Al lado, el Museo de Marrakech ocupa el impactante Palacio Mnebbi, del S. XIX, con un patio coronado por una araña de gran belleza.

Abierto en 2018, el Museo de la Mujer retrata su historia a lo largo del tiempo y aborda los grandes temas culturales relacionados con la mujer marroquí a través de fotos, obras de arte y objetos culturales.

Un poco más lejos –pero siempre dentro de las murallas– las tumbas saadíes datan del S. XVI y fueron descubiertas apenas en 1917 dentro de un jardín cerrado al que se accede a través de un pequeño pasillo escondido. Se trata de un original conjunto de más de 100 tumbas decoradas con mosaicos donde yacen guerreros y servidores de la dinastía que gobernó Marruecos entre los S. XVI y XVII. El Palacio Dar El-Badii (1578), construido con los materiales más finos de la época, es conocido por sus altas paredes donde posan gran cantidad de cigüeñas. Las murallas de la medina y sus diversas puertas, muchas de ellas verdaderas obras de arte, también merecen ser apreciadas.

Fuera de la medina, y destacado entre los espacios verdes de la urbe, está el Jardín Majorelle, un jardín botánico diseñado por el artista expatriado Jacques Majorelle en 1924 durante el periodo colonial francés en Marruecos. Se trata de un oasis en una ciudad bulliciosa, con grandes fuentes, espacios de sombra y un color característico, el “azul Majorelle”, una tonalidad brillante e intensa que domina las construcciones, fuentes y caminos. Allí también es imperdible el Museo de Arte Bereber, con una rica colección de unos 600 objetos de arte ligados a la vida cotidiana de este conjunto de etnias originarias del norte de África. El Jardín Majorelle fue adquirido por Yves Saint Laurent para restaurarlo y preservarlo, quien lo convirtió en su segundo hogar. A pasos de allí se encuentra el museo que lleva el nombre del icónico diseñador y le rinde homenaje a través de sus colecciones y de su emblemática arquitectura.

Finalmente, el Museo de Arte Contemporáneo Africano (Macaal) – una de las novedades culturales de la urbe, inaugurado en 2018–, imita en su espacio expositivo el intrincado trazado de la medina, con sus recovecos, pasillos estrechos y callejuelas sin salida.

Primera Capital de la Cultura Africana A partir de 2020 y cada tres años, una ciudad del continente africano se convertirá en su capital cultural y recibirá eventos, festivales, exposiciones y foros. El objetivo de esta iniciativa es fortalecer la red de actores culturales a la vez que se combina lo local con lo global, visibilizando el impactante dinamismo cultural del continente. Marrakech, urbe atravesada por las culturas del norte y el sur de África, y dueña de una identidad potente y vibrante, es la ciudad ideal para encabezar la lista del programa.

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